La vocación se forja en una relación estrecha con Dios, madura en una vida entregada en la misión que se te encomienda en cada momento de la vida y siempre crece junto a otros, en una vida fraterna asumida y comprometida.
Te dejamos un testimonio de uno de nuestros seminaristas:
Me llamo Lucas Gonzalo Nazar, tengo 28 años, me encuentro en mi sexto año de formación, provengo de la Diócesis de La Rioja. Hace unos días me preguntaron qué significaba la admisión o este paso que estaba por dar, en esos momentos conteste que era muy importante porque implicaba un detenerse en este camino, el cual sigue, por cierto, pero un detenerse para contemplar y dar gracias por la presencia de Dios en mi vida y la maravillosa obra que está realizando en este caminar.
El pasado domingo 24 de julio, en la provincia de La Rioja, en la parroquia Nuestra señora de la Candelaria – Sañogasta, se celebró la Eucaristía recordando el 46° aniversario del martirio del beato Wenceslao Pedernera, y en este contexto fui admitido como candidato a las Sagradas Órdenes.
Fue una celebración muy emotiva y llena de signos, sobre todo fraternal. En cada “si, quiero” pasaba por el corazón tantos rostros que me acompañan y sostienen en cada momento, y repito las palabras que dije ese día “me siento un mimado de Dios”. Gracias a cada comunidad tanto de La Rioja como de Córdoba que me educa, forma, pastorea y me enseña a amar.
Soy consciente de que este camino sigue, pero también de que la vocación no es fruto de un esfuerzo individual, sino que se vive y se construye siempre en comunidad, de esto fui testigo ese día.