“La iglesia integra una pluralidad de carismas y ministerios, y este ministerio del diaconado permanente es un ministerio específico y necesario en la misión de la iglesia para hacer presente el evangelio de Jesús en el corazón del mundo”.
El diaconado es uno de los grados del Orden Sagrado. El mismo puede ser permanente, esto quiere decir quedar permanentemente al servicio de Dios con dicho ministerio, o transeúnte, es decir aquellos que están aspirando concretar su ordenación sacerdotal o sea la iglesia antes de ordenarlos sacerdotes los ordena diáconos transeúntes.
Este ministerio siempre existió en la iglesia, pero lamentablemente la iglesia prudentemente tomo distancia y solamente fue ordenando diáconos transeúntes. Recién con el Concilio Vaticano II se hace un reconocimiento de este diaconado permanente ofreciéndolo a la iglesia como una gracia que hay que reconocer y valorar, dando la posibilidad que se restableciera en nuestra iglesia latina.
En el horizonte bíblico, Jesús en la última cena se nos aparece como el icono por antonomasia de toda diaconía de toda la humanidad, lavando los pies a sus discípulos.
La iglesia integra una pluralidad de carismas y ministerios, y este ministerio del diaconado permanente es un ministerio específico y necesario en la misión de la iglesia para hacer presente el evangelio de Jesús en el corazón del mundo. Se insiste en esto, porque de ningún modo, esto que es una vocación especifica y propia, debe entenderse como una vocación supletoria, por la falta de sacerdotes y por lo tanto se necesitaría promover esto otro a fin de suplir este ministerio sacerdotal. El diaconado permanente es una gracia propia que nace de la vocación específica, que tiene una identidad propia y que siempre para la iglesia va a significar una riqueza.
En la arquidiócesis de Córdoba, la formación se inició a partir de una experiencia más bien acotada en donde se tuvo como fruto la ordenación de dos diáconos permanentes para nuestra iglesia. A partir de allí se detuvo, recién en el año 2005 se vuelve a valorar dicha formación y ya en el 2007 se la retoma, ordenándose tres diáconos más.
Inicialmente, la formación se basó en varios proyectos, pero recién en el año 2014, se pudo concretar unas líneas para la formación permanente en Córdoba.
La formación consiste en un aspirantado, tiempo previo a la formación inicial, en donde el Obispo va dialogando con cada uno para conocerlo y discernir su ingreso. Luego le sigue la formación inicial, que supone una duración de cuatro ciclos anuales, en donde se va trabajando y acompañando a cada candidato para que adquiera una maduración suficiente para discernir y decidir, en cuatro dimensiones necesarias: humana, espiritual, pastoral y académica. Esta etapa implica también, que el equipo de formación va haciendo periódicamente su evaluación, dialogando con el Obispo.
La idea no está en representar un mini-seminario de vocaciones al sacerdocio sino poder estructurar un plan formativo necesario y adoptado a esta vocación especifica que la iglesia discierne, acompaña, educa a partir de esta formación inicial.
Hay ciertos requisitos, que en su momento Monseñor Carlos José Ñañez marco como necesarios para la formación inicial: tener menos de 55 años de edad, que tenga cursado y aprobado algún seminario de catequesis o alguna instancia similar a la formación de los seminarios que la arquidiócesis ofrece, y para los que tienen el sacramento del matrimonio, es necesario el consentimiento de sus esposas.
La formación, para los que están casados, está abierta para que la compartan con sus esposas; ellas perfectamente pueden compartir cada ciclo o si quieren toda la formación o alguno de los temas específicos que le interesan. Pero, habitualmente se procura que participen junto a sus esposos de las celebraciones litúrgicas y espirituales, como son los retiros y los ejercicios espirituales.
Una vez recibido el orden diaconal, la formación no termina, se prolonga durante toda la vida en lo que llamamos formación permanente. Es encontrarse como diáconos ordenados para poder evaluar, compartir y cotejar con otros hermanos la vivencia de este ministerio.
Actualmente la iglesia de Córdoba cuenta, con mucha alegría, con 15 diáconos permanentes que están al servicio en distintas comunidades.
Damos gracias a Dios y a su Madre Santísima por suscitar tantas respuestas generosas de parte de aquellos que se sienten llamados, como también, la generosidad de todos los formadores que están a cargo, que con tanta habilidad y profundidad han sabido elegir los núcleos más importantes y necesarios para un diacono permanente.