Adoración Eucarística

INTRODUCCIÓN

Queridos hermanos: estamos invitados a volver la mirada y el corazón al Padre del Cielo que nos ama y nos convoca en el Hijo, por el Espíritu Santo, a ser servidores de su Reino.
En el bautismo recibimos la vocación de ser discípulos-misioneros, y que, además, es una con-vocación a la comunión en su Iglesia, a peregrinar con los otros, a no quedarnos solos, a mostrar que la relación con nuestro Padre exige y alienta una comunión que sane, promueva y afiance los vínculos interpersonales. Invitados a recrearnos como comunidades vivas, de escucha atenta a la “Palabra” que Dios nos dirige en las Sagradas Escrituras, en los acontecimientos de la historia, en la vida de las personas, en el testimonio de los santos. Comunidades que sean espacio para la diversidad de personas, carismas, ministerios y talentos. Expresión de la multiplicidad de dones que brotan del Espíritu, de la diversidad de culturas presentes entre nosotros. Diversidad que nos anima a vivir la alteridad, poniéndonos en el lugar de ese “otro”, alternando la perspectiva propia con la ajena.
Desde esta perspectiva de fe, es una gracia y una invitación el “caminar juntos” como Iglesia que peregrina en Córdoba, orando por nuestros pastores y por las nuevas vocaciones al sacerdocio ministerial.

CANTO

EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO

ACLAMACIONES CORRESPONDIENTES

Escuchemos la Palabra del Señor que hoy nos quiere regalar:

Del Evangelio según San Mateo (Mt 14,22-33)

«En seguida, obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo. La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar.
Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. «Es un fantasma», dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. Pero Jesús les dijo: «Tranquilícense, soy yo; no teman».
Entonces Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua». «Ven», le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: «Señor, sálvame».
En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?». En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: «Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios».

Palabra del Señor

REFLEXIÓN

Jesús ordenó a los suyos que subieran a la barca y lo precedieran en la otra orilla, mientras Él despedía a la gente. La imagen de esta travesía en el lago evoca de algún modo el viaje de nuestra existencia: la barca de nuestra vida avanza lentamente, siempre inquieta porque busca un feliz desembarco, dispuesta para afrontar los riesgos y las oportunidades del mar. Pero, a veces puede perderse, puede dejarse encandilar por ilusiones en lugar de seguir el faro luminoso que la conduce al puerto seguro, o ser desafiada por los vientos contrarios de las dificultades, de las dudas y de los temores.
¿Sucede eso también en tu corazón? Ante el llamado del Maestro, debes decidirte a pasar a la otra orilla… ¿estás dispuesto a abandonar tus propias seguridades e ir tras las huellas del Señor? ¿O te gana el temor a la noche, el viento en contra, la sacudida por las olas, el no poder lograrlo…?

SILENCIO / CANTO

El Evangelio nos dice que, en la aventura de este viaje difícil, no estamos solos. El Señor, casi anticipando la aurora en medio de la noche, caminó sobre las aguas agitadas y alcanzó a los discípulos, invitó a Pedro a ir a su encuentro sobre las aguas, lo salvó cuando lo vio hundirse y, finalmente, subió a la barca e hizo calmar el viento.
¿Te animas a navegar en la barca hacia la orilla que el Señor te señala? ¡No dudes! Es Él quien, cuando nos llama, se convierte también en nuestro timonel para acompañarnos, mostrarnos la dirección, impedir que nos quedemos varados en las excusas de la indecisión y hacernos capaces de caminar incluso sobre las aguas turbulentas.

MOMENTO DE SILENCIO

Toda vocación nace de la mirada amorosa con la que el Señor vino a nuestro encuentro, quizá justo cuando nuestra barca estaba siendo sacudida en medio de la tempestad. «La vocación, más que una elección nuestra, es respuesta a un llamado gratuito del Señor» (Carta a los sacerdotes, 4 agosto 2019); por eso, llegaremos a descubrirla y a abrazarla cuando nuestro corazón se abra a la gratitud y sepa acoger el paso de Dios en nuestra vida.
Cuando los discípulos vieron que Jesús se acercaba caminando sobre las aguas, pensaron que se trataba de un fantasma y tuvieron miedo. Pero enseguida Jesús los tranquilizó con una palabra que siempre debe acompañar nuestra vida y nuestro camino vocacional: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!» (v. 27). Esta es precisamente la palabra que Jesús quiere darte: ¡Ánimo!
Míralo en la Eucaristía, y déjate mirar amorosamente por Él.

SILENCIO / CANTO

El Señor sabe que una opción fundamental de vida, como la de consagrarse de manera especial a su servicio, requiere valentía. Él conoce las preguntas, las dudas y las dificultades que agitan la barca de nuestro corazón, y por eso nos asegura: “No tengas miedo, ¡yo estoy contigo!”
El Señor nos llama porque quiere que seamos como Pedro, capaces de “caminar sobre las aguas”, es decir, que tomemos las riendas de nuestra vida para ponerla al servicio del Evangelio, en diferentes modos concretos, también en la vida sacerdotal. Pero nosotros somos como el Apóstol: tenemos deseo y empuje, aunque, al mismo tiempo, estamos marcados por debilidades y temores.
Si dejamos que nos abrume la idea de la responsabilidad que nos espera o las adversidades que se presentarán, entonces apartaremos la mirada de Jesús rápidamente y, como Pedro, correremos el riesgo de hundirnos.
¿Sos capaz de darle una respuesta generosa al Señor, aún con tus fragilidades y carencias?
¡El Señor resucitado te puede sostener en la fe y con Él vencer las tempestades! Él nos tiende la mano cuando el cansancio o el miedo amenazan con hundirnos, y nos da el impulso necesario para vivir nuestra vocación con alegría y entusiasmo.

SILENCIO

Finalmente, cuando Jesús subió a la barca, el viento cesó y las olas se calmaron. Así el Señor obra en nuestra vida y en los tumultos de la historia, de manera especial cuando atravesamos la tempestad: Él ordena que los vientos contrarios cesen y que las fuerzas del mal, del miedo y de la resignación no tengan más poder sobre nosotros.
Es verdad que los vientos pueden agotarnos; las fatigas, las soledades que a veces abruman el corazón, la rutina que poco a poco quiere apagar el fuego ardiente de la llamada, el peso de la incertidumbre y de la precariedad de nuestro tiempo, el miedo al futuro. Ánimo, ¡no tengas miedo! Jesús está a nuestro lado y, si lo reconocemos como el único Señor de nuestra vida, Él nos tiende la mano y nos sujeta para salvarnos.

CANTO

INTENCIONES

Oremos juntos y digamos: “Señor, danos tu ayuda”

♥ Para que muchos jóvenes puedan descubrir con gratitud tu llamada en sus vidas, oremos.

♥ Para que puedan encontrar en Vos la valentía para decirte “sí”, oremos.

♠ Para que se animen a ofrecer la propia vida como un cántico de alabanza en el servicio a los hermanos y al mundo entero, oremos.

♥ Para que los sacerdotes puedan vivir su ministerio con generosidad y alegría, oremos.

♥ Para que aún en medio de sus cansancios, incomprensiones y exigencias, puedas sostenerlos y calmar sus tormentas, oremos.

♥ Para que caminen con fidelidad junto a tu pueblo, especialmente con los hermanos más frágiles, alentando siempre la esperanza, oremos.

♥ Otras…

BENDICIÓN CON EL SANTÍSIMO

ORACIÓN

Oremos: Señor, delante de tu presencia Eucarística, te pedimos que envíes nuevas vocaciones a nuestra Iglesia de Córdoba. Que los jóvenes puedan escucharte y responderte con generosidad.
Te pedimos por los seminaristas que ya han dado un primer paso en tu seguimiento, para que llenos del Espíritu Santo puedan discernir tu voluntad y perseverar en su respuesta.
Te confiamos a tus queridos sacerdotes, especialmente a los que están pasando momentos de dificultad, para que enciendas su corazones en aquella caridad pastoral que los haga vivir felices, realizados, y sean “ministros de la alegría del evangelio”.
Te lo pedimos a vos, Pastor Bueno, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

RESERVA EN EL SAGRARIO

CANTO FINAL